DISTINCIÓN ENTRE RAZÓN Y FE

La arquitectura la levanta, la fe la eleva.

Los desleídos tiempos que corren hacen que empiece a percibirse como urgente comenzar a ver la fe como argumento de autoridad frente a la razón arbitraria que somos capaces de construir sobre las infinitas posibles premisas de partida que nuestra psicología –ilustrada por los pocos conocimientos adquiridos, con mayor o menor éxito, a lo largo de nuestra vida; condicionada por deficiencias personales adquiridas o heredadas; mediatizada por la fuerza de las ideologías imperantes en los distintos segmentos de nuestra historia personal y adobada por la filias y fobias desarrolladas en nuestro corazón fustigado por nuestros miedos–pergeña incansablemente, sin demasiado respeto por coherencia alguna, en el devenir de nuestros pensamientos que ya la Escritura tilda, sin ambages, de insustanciales.

Ante las dudas del rey Ajaz frente a sus enemigos (él se debatía entre pactar con las potencias paganas de su entorno o lo que el profeta le indicaba, que era encomendarse únicamente a Dios), ante sus dudas, pues, y su indecisión, le comunica el profeta Isaías algo que resulta sorprendente: “Dijo Isaías: «Oíd, pues, casa de David: ¿Os parece poco cansar a los hombres, que cansáis también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está en cinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios con vosotros” (Is 7, 13-14).

Este texto es el que anuncia al mundo la llegada de un día en el que se producirá una intervención de Dios, terminante.

Nos referimos, evidentemente, a un día, a una venida que se produjo hace 2000 años y que celebramos estas fechas. Nos corresponde a nosotros, los herederos de aquellos que se vieron congregados por un acontecimiento que supuso, literalmente y en los muchos significados de la expresión, “la presencia de Dios entre nosotros” tal y como la anunció Isaías y tal y como pudieron constatarlo, y de hecho constataron, generaciones y generaciones de hombres y mujeres de todos los tiempos, desde entonces. Nos corresponde a nosotros, decía, hacer un alto en estos días, para considerar hasta qué punto estamos cansando a los hombres y hasta qué punto llegamos a cansar a Dios con nuestras irrefrenables y vanas veleidades positivistas, convencidos de que esa actitud vital nuestra no va a tener consecuencias y de que «nuestras culpas, no van a ser descubiertas ni aborrecidas«.

Nada más lejos de la realidad. Pues “Dios con nosotros” es una presencia real que podemos contrastar con sólo observar cómo Él “deshace los planes de las naciones y frustra los proyectos de los pueblos”, cómo “no vence el rey por su gran ejército ni escapa el soldado por su mucha fuerza” y en cómo se cumple lo referido al príncipe de este mundo: “Y cuando venga (el paráclito), convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado

Pues, siguiendo con el salmo 33, el Señor “desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra: ´Él modeló cada corazón y comprende todas sus acciones´”.

Observaciones que podemos concluir con el versículo 12 de este mismo salmo: “Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se escogió como heredad”.

Todo, pues, va a depender de la fe. Especialmente para los que están llamados a reconocerse elegidos. Pues les compete una misión determinante en cada tiempo, en cada generación.

Acerca de Signos de los tiempos

Actualidad es la suma de las cosas que suceden, aquello que se dice sobre esas cosas y el modo en que nos afectan, y este conjunto conforma unos signos concretos y precisos que es posible interpretar. Esa es la luz que buscamos.
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