El laicado en los tiempos que corren

Se observa en la Iglesia una progresiva preocupación por la deriva que vienen mostrando los sondeos, tanto en lo referente al número de personas que se confiesan cristianas como al número de fieles que afirman ser practicantes.

Este dato y el de la edad media de los mismos, así como el ya evidente descenso progresivo de la población en occidente, hacen presagiar un futuro incierto y sombrío que pone nerviosos a muchos en la Iglesia, particularmente a la jerarquía.

Ese nerviosismo viene expresado de forma diversa según de la estancia de la que emane, así, desde altas estancias de la Iglesia parece estar interpretándose que el problema tiene que ver con la necesidad de una profunda renovación de la presencia y, algunos piensan que también de la esencia, de la Iglesia en el mundo, renovación que afectaría a aspectos clave de la tradición. La Tradición que es algo que hasta hoy ha sido la columna vertebral de la Iglesia Católica. Pues ha sido el garante de la interpretación de la Escritura a lo largo de sus dos mil años de historia. Las iglesias protestantes, sin esa columna vertebral, de la mano de la “libre interpretación de la Palabra de Dios” ha derivado en una interminable sopa de siglas, con tantas iglesias como intérpretes han surgido, y como era previsible, todas ellas han ido adaptándose a las dinámicas del mundo y sus mociones que, inevitablemente, afectan principalmente a la moral y a las costumbres. Huelga decir que con resultados nada halagüeños, más bien al contrario, para el sostenimiento de dichas iglesias.

Por otro lado, tal renovación, aparte de tener derivaciones importantes de toda índole, no parece ser un movimiento nacido de la mano de alguien tocado por el dedo de Dios y que ha sido dotado de un especial carisma con una misión específica para los tiempos que corren, ni está demasiado claro que las pretendidas reformas no estén impulsándose de modo más explícito que implícito por intereses ajenos a la Iglesia Católica. Con lo cual está por ver que la meta hacia la que se pretende dirigir a la Iglesia, tenga que ver algo con la misión para el mundo que tiene encomendada por Jesucristo.

Desde instancias inferiores, es decir, desde el punto de vista del cristiano raso, el análisis es muy diferente. Ni se les ocurre pensar que lo que les han enseñado, lo que han aprendido, lo que han experimentado, sea un error ni necesite de reinterpretación alguna. O bien aceptan que los cambios que se están produciendo en la sociedad son fruto del influjo del mundo, del demonio y de la carne y que, como bautizados, están llamados a dar testimonio y a interceder por sus semejantes o se alinean con la corriente que mueve al mundo, pero en vez de reclamar que la Iglesia cambie de mensaje, simplemente la abandonan, sea paulatina o drásticamente.

Es verdad que hay un tercer sector que se encuentra en un segmento intermedio entre las dos posturas expresadas, sector que no es tan minoritario. A estos les pasa que, con una conciencia laxa, pero menos que los que la abandonan, o con una mentalidad más leguleya, pretenden que lo que recibieron como doctrina, es decir, como algo normativo, deje de serlo. Simplemente para acallar sus conciencias.

Ante este maremágnum. La Iglesia jerárquica, en nuestro ámbito vital, está tomando iniciativas. Me refiero a la Iglesia española y a la Iglesia local valentina. Estas iniciativas las veo como un intento, a veces pienso que a la desesperada, por la premura con que algunos de esos proyectos han sido formulados, por dar una respuesta a la situación descrita involucrando a los laicos tal y como ya proponía el Concilio. Pero dando la sensación como si, de ese incorporar a los laicos a la solución, dependiera el éxito del proyecto renovador.

El resultado de dichos intentos, está por ver. Lo que se va viendo con cierta claridad son los planteamientos, las premisas de partida sobre las que indagar en busca de respuestas.

Así, en próximas entregas, veremos qué se está haciendo tanto en el Congreso de Laicos que la Conferencia Episcopal Española ha organizado para febrero del próximo año, como en el Sínodo Diocesano que la Archidiócesis de Valencia puso en marcha el 15 de octubre pasado.

Respecto al primero, la Diócesis Valentina, como el resto de diócesis españolas,  publicó un cuestionario a responder por las parroquias en la fase precongresual, que terminó con una puesta en común en un encuentro diocesano de laicos que tuvo lugar el 9 de noviembre pasado, la Jornada de Laicos, donde se recogieron las reflexiones aportadas por las distintas parroquias, para presentarlas, desde nuestra diócesis, al Congreso Nacional.

Respecto al Sínodo Diocesano, estamos en los prolegómenos y nos van llegando paulatinamente los trabajos, de las siete Comisiones Técnicas constituidas, para su análisis por los Consejos Pastorales de cada parroquia, de modo que sus respuestas y propuestas sirvan para confeccionar el “Instrumentum Lavoris” del propio Sínodo que tiene prevista su finalización en la solemnidad de Pentecostés del 2020.

Acerca de Signos de los tiempos

Actualidad es la suma de las cosas que suceden, aquello que se dice sobre esas cosas y el modo en que nos afectan, y este conjunto conforma unos signos concretos y precisos que es posible interpretar. Esa es la luz que buscamos.
Esta entrada fue publicada en CONFLICTOS DE FE y etiquetada , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario